Desde mi opinión y mi punto de vista, el concepto de 'estereotipo' es algo que vamos aprendiendo e interiorizando a lo largo del tiempo debido al ambiente donde nos criamos. Y eso ha quedado reflejado en la comparativa sobre la misma situación entre un adulto y un niño en el víde 'Like a Girl'. En el momento en el que nos preguntan o nos dicen a los adultos 'Corre como una chica', realizamos acciones mucho más patosas, ridículas. En cambio, siendo aún más pequeños, y dependiendo de la edad que tengas, van a correr como ellos mismos corran, sin tener en cuenta si es chico o chica.
Desde pequeños nos vemos sumergidos en una serie de procesos que ya nos etiquetan en un grupo u otro. Con el tema de los juguetes, ya los clasifican por sexo. Pero no dejan de ser juguetes igual. Al final, no dejamos de ser personas, al fin y al cabo. Y como personas que somos, ¿no tenemos sentimientos igualmente? ¿No tenemos cada uno un cerebro con el que tener cada uno nuestro propio criterio? Cada uno somos únicos, con nuestra personalidad, nuestros sentimientos, nuestros grustos. Por lo tanto, un juguete o un color no determina que tengas que ser de una manera o de otra, solo porque te lo hayan impuesto 'desde arriba'. Se aprovechan de nuestra inocencia, diciéndonos que 'eso' es lo correcto para nosotros. Pero vuelvo a decir, somos personas con un cerebro, el cual nos permite tener un criterio determinado. ¿Quién es la gente para decirnos cuál debe ser nuestro deporte, color o juguete favorito? ¿En qué les perjudca o les es relevante eso en su vida?
A la larga, se trata de algo que nos afecta personalmente de manera emocional. Tanto a hombres como a mujeres, por hacernos creer que nuestros gustos no son aptos por nuestro sexo, nos hace sentirnos menos persona, menos válidos, ser inferiores a los demás. No, perdona. Sigo siendo yo, con mi personalidad, sigo siendo la misma persona que tú, con mis diferencias, pero sigo siendo persona. Esas distinciones son realmente absurdas, porque al final, nos van a acabar pasando las mismas cosas típicas de la vida, a tí, a mí, y al vecino, independientemente de mis gustos, mis aficiones. Al fin y al cabo, ¿de qué sirve infravalorar lo que somos y cómo somos, si vamos a acabar en el mismo lugar?
Me considero un propio ejemplo de todo esto. Como mujer, desde pequeña siempre me han llevado con mis vestiditos de pequeña, la típica niña. Pero, recuerdo, que no he sido la niña convencional. Nunca me gustaron las muñecas, siempre he jugado con legos y construcciones. Y actualmente, a mis 24 años, no me gustan los vestidos y odio el maquillaje, pero me siento perfectamente orgullosa de ser mujer y de ser la persona que soy. Me costó mucho ver todo esto, pero, a día de hoy, no me avergüenzo de no ser esa 'tipica chica' que todo el mundo tiene en su cabeza.
Comentarios
Publicar un comentario